Hace varias semanas que levantamos la Copa de Campeón de la Liga Nacional y ya estamos pensando en los nuevos desafíos deportivos para el CDV. Pero antes que todo lo vivido sea un vago recuerdo, quiero compartir con ustedes algunas impresiones y reflexiones que he podido, o intentado, ordenar durante estas vacaciones post-triunfo.

Vamos a hacer un poco de retroceso a lo que fue la semana previa al partido cinco, el del campeonato. Días pesados, por describirlo de alguna manera. Esto debido al ambiente y la sensación triunfal que había en el aire. Desde ahí pienso que, como equipo, nos refugiamos mucho en lo nuestro, en el grupo, e intentamos estar lo más concentrado posible a pesar de todos los distractores, deportivos y externos.

Después, ya en el día de partido, la espera fue ansiosa. Al momento de salir a jugar había confianza y convicción, que se fue reafirmando durante el encuentro. Esa confianza y convicción que sentimos en el comienzo, se fue trasformando en el juego sólido con que fuimos construyendo esa victoria. Los últimos tres minutos de partido intenté disfrutarlos mucho… escuchaba los cantos, veía los celulares encendidos en esa muralla de camisetas rojas, las caras de felicidad y la sensación tan única de sentir que el objetivo se lograba, se cumplía, que se alcanzaba lo soñado por mucho tiempo.

En los últimos 30 segundos, disfruté ese “…dale Campeón, dale dale dale Campeón” para no olvidarlo jamás, porque si bien espero ganar más campeonatos, este fue el primero y fue con mi gente, con mi camiseta. Comencé a entrenar basketball a los ocho años, a los 10 llegué al CDV, y a los 28 soy campeón de Liga Nacional con el CDV y como capitán. No se puede pedir más. Pleno, alegre y emocionado.


¿Por qué fuimos campeones?

Porque tuvimos convicción. Creo que a pesar de que en los primeros partidos de la serie final no sentimos la defensa como lo veníamos haciendo en las series de playoffs previas, no renunciamos a nuestro juego de mover la pelota y de buscar al compañero mejor ubicado después de jugar con el interno con mayor ventaja según las defensas que el oponente proponía.

Nos mantuvimos en lo que queríamos hacer durante toda la liga, ser un equipo compacto defensivamente, con el correr de los partidos fuimos mejorando en ese aspecto hasta llevar el juego hacia donde más nos convenía. Esto se vio reflejado en el cuarto juego, en Quilpué, donde -además que mejorar en defensa- nos permitió siempre jugar mucho más pausados, como equipo, y con altos porcentajes de conversión. Ahí estuvo el quiebre y el por qué inclinamos la serie a nuestro favor. Cuando plasmamos nuestro juego, no cometimos errores en ataque, y estuvimos sólidos y comunicados en defensa fuimos superiores.


El Equipo y el rol de cada uno: lo más importante

Este plantel del CDV es de los buenos equipos en los que me ha tocado estar. Comenzamos el año con muchas ganas de revancha. De la mala liga Saesa, de la final de Conferencia Sur perdida contra Las Ánimas y con jugadores que veníamos de algún problema o buscando nuestro espacio. Este deseo de ganar y de formar un equipo que fuera ganador, nos hizo trabajar en eso.

Tuvimos entrenamientos extensos y duros, físicos y con desgaste. La idea era ser un equipo bien defensivo y jugar bien al básquet en el lado ofensivo, dado que teníamos el personal para hacerlo. En el papel o redactarlo ahora parece fácil, pero requiere de conocerse, entrenar juntos, generar sociedades entre compañeros; que los titulares y los que vienen de la banca se complementan y se conocieran; y de que –finalmente- cada jugador acepte su rol. Esto último es lo más complejo de lograr en equipos de trabajo, no sólo en los deportivos. Entender que el equipo es UNO.


“El Profesor”

La relación con “Manu” Córdoba es la relación que se tiene con un mentor, con un jefe. Difícil, de amor-odio, donde la confianza mutua debe estar por sobre todas las cosas. Se desvivió para dar con la fórmula para que el equipo juegue bien. La convicción defensiva nunca la transó ni la olvidó, sino que en los momentos complejos, la reforzó. Pura convicción es Manu.

En cuanto a construir el equipo, es un esfuerzo diario, que requiere de convencimiento y también la flexibilidad necesaria para escuchar, comprender y aplicar. No es fácil convivir con 12 personalidades diferentes, que tienen diversas ideas, alinearlas y hacer que todos trabajen para el equipo y lo hagan contentos. El trabajo del entrenador y el cuerpo técnico es ingrato muchas veces, porque toman decisiones que pueden afectar. Pero Manu se apoyó en su ayudante y preparador físico para construir lo que nos llevó al campeonato

Dentro del equipo los roles fueron decantando a medida que fuimos mejorando nuestro juego. Teníamos una buena base, pero tener tres jugadores extranjeros es un desafío grande para un equipo que quiere hacer de su juego colectivo una de sus características principales.


Nico Ferreyra: el base y la experiencia.

Contamos con la oportunidad de contar con Nico Ferreyra; un “base” de calidad, extranjero pero sudamericano, lo que facilita la comunicación y entendimiento desde el cuerpo técnico hacia el base y desde él para con los compañeros.

El “base” es un puesto clave, de liderazgo dentro de la cancha y es necesario que la comunicación sea fluida y que podamos corregir los errores de forma oportuna. Y creo que Nicolás cumplió con creces, ayudándonos a ser un equipo que se caracterizó por un juego colectivo, donde alcanzamos nuestros mejores rendimientos en la fase final. Fuera de la cancha, nos mostró y también explicó cómo se preparan jugadores de elite para rendir de la manera que lo hacen en ligas superiores, qué aspectos debemos mejorar para dar ese paso de calidad necesario y cómo se mantienen en alto nivel jugadores de experiencia, que sin duda es lo más difícil en a alta competencia. No basta con llegar, hay que mantenerse.


Los bombarderos “platinados”

En la posición del anotador perimetral y exterior tuvimos dos jugadores que son especialistas en facetas más opuestas. Por un lado Claudio “Calulo” Naranjo nos dio ese tan necesario gol de tres puntos que se termina convirtiendo en una amenaza constante por sus buenos porcentajes y buenos partidos durante toda liga, y también una penetración efectiva desde la ventaja que te genera ser un tan buen lanzador. Además, “Calulo” terminó mostrando y convenciéndose de que con sus virtudes ofensivas nos puede dar mucho, sin tener que tomar lanzamientos. Mensaje para los más pequeños: estar bien ubicados, abrir la cancha, ocupar espacio y asistir sabiendo que donde él está, siempre va a atraer marcas.

Así mismo, en la posición de escolta contamos con Vicente Guaico, que nos brindó mucha frescura y velocidad en ataque para cambiar el ritmo de juego y darle más verticalidad. Por otro lado, una defensa asfixiante sobre jugadores importantes y que nos ayudó a cortar circuitos y así incomodar a nuestros rivales.


El “último navegante”

En la posición de alero, sufrimos en la temporada. Buscamos una alternativa que fuera un jugador multifuncional; que tuviera anotación, rebotes y defensa (casi nada). Cuando dimos con Tracy Robinson, encontramos un jugador con muchas capacidades físicas, que nos permitió atacar con mayor versatilidad.

Reconozco que nos costó encontrar el juego de equipo en un principio, pero cuando dimos con la solución, nuestra ofensiva y la de Tracy mejoraron mucho más. Eso sí, su característica más importante, quizás fue la menos vistosa para el hincha: la defensa. Principalmente en las ayudas y acompañando en los rebotes, siempre fue muy importante en nuestro sistema defensivo y en como frenamos a jugadores muy anotadores con defensas grupales.


Las Torres criollas

En la posición de ala-pivot, creo que llegamos a nuestro mejor nivel en el momento indicado. Junto con Claudio Cabrera (“Cabregol”), nos complementamos bien para jugar, él de “4” y yo de “5” y viceversa. Entendimos nuestras fortalezas y debilidades, y armamos un buen tandem de jugadores internos. No jugamos mucho tiempo juntos, porque tuvimos a Khapri Alston, que es un monstruo, pero cuando nos tocó hacerlo -en momentos importantes y tomar responsabilidades- lo hicimos.

Personalmente, fue una temporada de menos a más, encontrando mi espacio, buscando la forma de ser un aporte sin tener que entorpecer nuestro juego. Lo fui encontrando mientras aumentaba el volumen de juego, moviendo el balón para dar mayor movilidad, mejorar nuestro 5 contra 5 y así hacer del buen básquet nuestra característica. Por suerte mis compañeros confiaron en cuando cambiaba de lado con bote, porque la verdad es “un tiro al aire” Ja ja ja. Más avanzada la temporada pude defender de mejor manera a muchos jugadores extranjeros que en la posición de “4” son muy agresivos y tenían algunos características de externos así como otros más pesados e internos, esos la mayoría de las veces los tomó Claudio y les dio duro.

Finalmente, con el correr de los partidos, cuando mejoramos nuestro volumen de juego, encontramos muchas ventajas en ofensiva que nos fueron muy positivas para Claudio y para mi. Castigamos con el juego de espaldas y el tiro de media distancia de “Cabregol”, y con el juego de espalda y frente al aro que gracias al famoso “ganchito” me han ayudado mucho.


El pequeño gigante, la “patrulla juvenil” y el motivador.

Antes de cerrar con el MVP de la temporada, me voy a detener en Martín que siempre nos tendió una mano cuando lo necesitamos, un tipo positivo y trabajador que se mantuvo preparado para rendir cuando más se le necesitaba. Las casualidades no existen, y su triple en el 5to juego de la Final, fue el comienzo del camino hacia la victoria y del título finalmente. No es fácil ingresar y ser el cambio de un jugador tan importante como Ferreyra, rendir en los minutos que se le otorgaban y mantenerse concentrado más allá de jugar o no. Los equipos se construyen y se apoyan en este tipo de jugadores, no todos pueden ser estrellas, pero sí todos pueden aportar desde su lugar.

A los muchachos sub23,; Fabián, Matías, Pablo y Max agradecerles por ser una ayuda constante en nuestros entrenamientos, en aportar esa energía positiva para entrenar, jugar, viajar y hacer todo más entretenido y llevadero. No es fácil hacerse un espacio en la alta competencia, pero ponerle onda es una cuestión de actitud y los muchachos la tuvieron.

Así también nuestro jugador multifuncional. Mauro Köenig está presente desde que se encienden las luces del Coliseo hasta que se apagan y lo echan. Está en todas las actividades que tengan relación con el CDV y el basket en general. Así es como muchos lo ven como un buen aporte en entrenamientos y en los minutos que le tocó jugar en la Liga. Su aporte es en enseñarle a todos los jóvenes (ese sí que es trabajo) y a los mayores, que en el esfuerzo, dedicación y trabajo está la clave para mejorar. Que se puede ser mejor todos los días.


Kaphri, el dominante

Para hablar de Khapri Alston, no creo que alcancen las hojas. El tipo tiene 24 años y mide 1.96. Su forma de comportarse y su juego no se condicen con su edad ni su estatura. Pero ahí está su talento, no nos preguntemos cómo, sino que disfrutemos cada recuerdo que tengamos de su juego efectivo y sorprendente, así como dominante. Esa es la palabra con que termina su participación en esta liga, dominante. Si bien, en sus primeros partidos fueron puntos y rebotes, terminó defendiendo, taponeando y asistiendo. Esta última una clave dentro de la mejoría de nuestro juego en la parte final del torneo. Nunca dejó de ser nuestro líder anotador, pero mejoró aún más su nivel cuando desde la doble marca que ejercían sobre él, asistió y repartió mucho juego desde la posición de interno. Un crack por donde se le mire.


Trabajar y solucionar problemas en conjunto. La clave para triunfar.

Para finalizar, quiero compartir una clave de este éxito compartido. Además de ser un equipo a la hora de competir, es importante ser un equipo a la hora de buscar soluciones y proponer. En un principio, no encontrar nuestro estilo de juego nos hizo ponernos ansiosos. Quisimos encontrar nuestra mejor versión desde un comienzo sin conocernos y eso muchas veces nos desesperó.

En esas situaciones, dejamos de confiar en lo que estábamos trabajando y construyendo y terminamos jugando otro juego, uno de poca defensa, poco volumen de juego y malas decisiones: en definitiva, algo muy alejado del buen juego que terminamos mostrando.

La solución la fuimos encontrando en la medida que cada jugador entendió su rol como describí y también en la buena comunicación que se generó dentro del equipo y en la cancha con el correr de los partidos. Pienso que manejar situaciones complejas, como las económicas, que fueron bastante complejas y casi explotan en dos oportunidades en el año, hizo que el grupo de trabajo se viera fortalecido. Primero por la confianza y sinceridad que mostramos entre todos y por la demostración de éxito que tuvimos cuando nos dijimos las cosas, pensamos y actuamos de manera conjunta y con firmeza.

Si bien, muchas de las cosas que ayudaron a crear un grupo de trabajo que creyó en el objetivo grupal fueron situaciones adversas y complicadas, no hay mejor premio, para nosotros deportistas, que coronar una temporada de esfuerzos individuales, grupales y familiares con un título tan deseado por muchos de nosotros.

Marcelo Bielsa declaró: “El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peores, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos. El fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes”, y estoy absolutamente de acuerdo. Todos los problemas que sufrimos como equipo durante el año fue un fracaso que nos ayudó a ser coherentes como equipo y nos acercó a nuestras convicciones. Sólo así se llega al éxito… Ahora, a no relajarnos.